Vírgen de Fátima

Las apariciones de Fátima, un convite a la seriedad de alma

Las revelaciones de Fátima no son apenas un aviso de castigos venideros, sino también una gracia de Nuestra Señora con vistas a crear en la Cristiandad un espíritu determinado, característico de los verdaderos santos.

 

Fátima: un convite para grandes perspectivas históricas

 

Plinio Corrêa de Oliveira

 

Hoy se conmemora el aniversario de la primera aparición de la Bienaventurada Virgen María del Rosario de Fátima. Al aparecer varias veces a tres pastorcitos en la Cova da Iria, la Virgen Santísima recomendó la oración y la penitencia, predijo la persecución que sufrirían los buenos, los errores que Rusia esparciría por el mundo y el triunfo de su Inmaculado Corazón.

En los ambientes católicos, una nota de tristeza por los progresos de la Revolución

            El pensamiento mariano escogido para el día de hoy es: “¡Qué felices son los que tienen dentro del corazón el amor a María y la sirven fielmente!” Es una frase de San Buenaventura. El Doctor Seráfico resalta así, una vez más, la importancia de la devoción a Nuestra Señora.

            Con respecto a la fiesta de Nuestra Señora de Fátima, habría un comentario especial para hacer y que dice respecto a lo siguiente:

            Si consideramos el ambiente eclesiástico propio de las iglesias constituidas según la Tradición, notamos – sobre todo si son de épocas posteriores al inicio de la Revolución – que están impregnadas de una cierta tristeza.

            Por ejemplo, la Iglesia del Corazón de Jesús, en São Paulo, es muy recogida, elevada y serena, pero tiene cierta nota de tristeza resignada. Así mismo en otras iglesias construidas en el siglo XIX.

            Las músicas religiosas de ese período – el gregoriano o el polifónico, y aun cuando no se trate de música sacra propiamente dicha –, son siempre melodías impregnadas de esa nota de tristeza muy temperante, digna y elevada; más aún, diría yo, por una tristeza sobrenatural.

            Esa tristeza resulta exactamente del ambiente de desolación y de melancolía introducido en los medios católicos por los progresos de la Revolución. La nota dominante del ambiente católico de entonces era de pesar, por causa del rumbo que el mundo iba tomando, de la marée montante1 de los pecados.

            La devoción al Sagrado Corazón de Jesús y el maravilloso corolario de la misma, la devoción al Inmaculado Corazón de María, contribuían mucho a acentuar esa nota de tristeza. Porque en todas sus revelaciones a Santa Margarita María Alacoque – tan repetidas y comentadas después en todo el orbe católico, tan difundidas por esa inmensa organización del Apostolado de la Oración –, el Sagrado Corazón de Jesús se presentaba triste, conturbado, lamentando las ofensas hechas por los hombres y pidiendo que se rezase, a fin de evitar grandes catástrofes para el mundo.

El optimismo que cierra los ojos a la pasión de la Iglesia

            Esa nota de tristeza se hizo aún más aguda en las apariciones de Nuestra Señora. El ciclo más grande de apariciones marianas de la Historia fue, sin duda alguna, el de las iniciadas en el siglo XIX con La Salette y que terminó en el XX con Fátima; o, si lo prefieren, más recientemente, con el milagro de Siracusa2. En todas esas manifestaciones, María Santísima aparece llorando, lamentando y deplorando la marée montante de ofensas hechas a Dios por los hombres, y advirtiendo: conviértanse, hagan penitencia, muden de vida; enormes castigos están por llegar.

            Todo eso producía tristeza y postración en los ambientes de piedad, que muy digna y adecuadamente, al asociarse a la tristeza de la Iglesia, hacía como las santas mujeres, que se unían al sufrimiento de Nuestro Señor en lo alto de la cruz. Por esa razón, vuelvo a decir, una atmósfera de tristeza impregnaba esas iglesias antiguas. Eso lo noté en Brasil, en iglesias de Europa, de Argentina, todas con una nota de gravedad melancólica.

            Lo contrario de eso es la atmósfera resultante de ciertos cambios que introdujeron en las ceremonias litúrgicas cancionetas que representaban una alegría inexpresiva, la cual insinuaba que todo estaba yendo muy bien: “¡Vea el progreso, el mundo, la evolución, cómo el bon sauvage3 ahora se está convirtiendo!” Es decir, un optimismo idiota, que cierra los ojos a la pasión de la Iglesia y procura afirmar que ella no está siendo perseguida y que el mundo moderno no está construido contra la Esposa de Cristo y, por lo tanto, no existe incompatibilidad entre ambos. Por esa causa, [esa atmósfera] tiene en vista crear en los hombres un horror a la cruz, al sufrimiento, y una verdadera indiferencia para con el pecado. Todo en el mundo es alegre y bien instalado.

            Aquí encontramos uno de los rechazos – no es el único – que el mundo moderno hizo a las revelaciones de Fátima.

Seriedad, objetividad y combatividad

            Desde el punto de vista temperamental, hay un enorme número de personas con aversión a las revelaciones de Fátima, porque éstas abren los ojos a una realidad seria, muestran inclusive esa realidad como trágica, prevén castigos y orientan los espíritus hacia la idea del Corazón de Jesús ultrajado, ofendido, y del Inmaculado Corazón de María alanceado de dolor por los hechos que ahora se presencian y se hacen patentes.

            Por esa causa convida a los fieles a la penitencia, a la reparación, a la enmienda de vida. Mantener, por lo tanto, ese clima de seriedad y de tristeza grave y noble, consecuencia de la época de las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús, era la actitud normal delante de la Revolución y contraria a los espíritus formados en ambientes relajados, en los cuales el chiste es cultivado como la única forma de pensamiento y de popularidad, donde todo se toma en juego, dentro de la trivialidad, de la superficialidad, sin prestar atención a nada serio, sin querer ver de frente ningún problema, en un retroceso constante delante de la realidad objetiva, para poder llevar una vida divertida.

            Evidentemente, las revelaciones de Fátima, opuestas a ese espíritu, encuentran una predisposición temperamental para ser rechazadas y para ser aplaudido cualquier sabotaje que se haga de ellas. Porque el hombre estulto, sin seriedad, sin elevación de espíritu, al que le gusta estar siempre riéndose, tiene que detestar las profecías y todo lo sublime, noble y elevado; necesita, por lo tanto, ser favorable a que se cierren los ojos y los oídos a todo lo escrito y dicho respecto a las revelaciones de Fátima.

            Vistas bajo esa luz, las revelaciones de Fátima no son apenas un aviso de castigos, sino una tentativa, una gracia de Nuestra Señora que pretende crear en la Cristiandad un espíritu de seriedad, de objetividad, de combatividad, como medio de regeneración para el mundo, como quien considera que la humanidad no se regenera por fuera de ese espíritu, y que en el chiste perpetuo, en la despreocupación, en la superficialidad crónica, no puede haber salvación para el mundo.

El espíritu contrarrevolucionario es noble, augusto y majestuoso

            Por eso las más altas perspectivas históricas se resumen en las revelaciones de Fátima y tocan francamente en lo sublime. ¿Por qué razón, por ejemplo, Nuestra Señora apareció, ora con la indumentaria propia a esa nueva devoción, ora como el Inmaculado Corazón de María, ora como Nuestra Señora del Carmen? Ella se mostró con el Inmaculado Corazón, para dar bien a entender que Ella profetiza el reino del amor y que lo va a realizar sobre la Tierra. Por lo tanto, una profecía para los próximos acontecimientos, para su Reino. Ella apareció bajo la invocación de Nuestra Señora del Carmen como una alusión evidente al Profeta Elías, fundador de la Orden del Carmen y primer gran siervo e hijo suyo, y que aún vendrá en el fin del mundo a luchar contra el Anticristo. Es decir, son las más grandes perspectivas históricas que con eso se desvendan.

            Por lo tanto, necesitamos sacar de ahí un fruto para nosotros. No debemos ver en esas apariciones tan sólo un aviso de un hecho que se dará, sino también la recomendación de un espíritu, de una posición psicológica, de una actitud temperamental en conexión con ese aviso. La devoción a la Virgen de Fátima es un convite para vivir meditando, día y noche, en las enormes perspectivas delante de las cuales actuamos en nuestro apostolado, aunque la trivialidad del mundo contemporáneo no tome eso en consideración, a no darle importancia a nada de lo terreno y meramente humano, y para que nos preocupemos exclusivamente con nuestra vocación. Este es el convite que significa para nosotros la fiesta de Nuestra Señora de Fátima.

            Alguien podría pensar: “Yo estoy al día con Nuestra Señora de Fátima, porque creo en todo lo que Ella profetizó”.

            A mí me gustaría decirle a ese: “Mi querido, Ud. podrá estar al día en cuanto a creer, pero no lo está si no cultiva en su alma la seriedad, la gravedad, la ruptura con este siglo corrupto de hoy, el espíritu contrarrevolucionario noble, augusto y majestuoso, propio de aquellos que quieren servir a Nuestra Señora en la Contra-Revolución”.

            He aquí lo que debemos pedir a María Santísima en este día: esta gran seriedad, esta gran elevación de alma que caracteriza a todos los santos y es la condición para que realmente estemos a la altura de nuestra gran vocación.

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1) (N. del T.) Del francés: marea creciente, en sentido figurado.

2) En 1953, en la ciudad de Siracusa, Italia, una imagen de la Santísima Virgen vertió lágrimas milagrosamente durante 75 horas. Los análisis bioquímicos comprobaron que eran lágrimas de origen humano. Los obispos de Sicilia reconocieron el milagro y autorizaron el culto a la “Virgen de las Lágrimas”.

3) Del francés: buen salvaje. Referencia hecha al mito de Rousseau, según el cual el hombre es bueno por naturaleza y la civilización lo corrompe.

  

(Revista Dr. Plinio, No. 230, mayo de 2017, p. 8-11, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de una conferencia del 13.5.1966).

Last Updated on Monday, 15 May 2017 16:36