La Contra-Revolución de la Cruz

 

Plinio Corrêa de Oliveira

El pueblo brasilero está profundamente unido a las tradiciones católicas recibidas de sus mayores. Sin embargo, por un movimiento dinámico de su alma, se encuentra vinculado a las fuerzas desencadenadas por el neopaganismo contemporáneo, tiene apetencia de esa forma explosiva de placer que es la destrucción de todo orden y jerarquía, de todo nuestro pasado cristiano.

Así, mientras nos decimos católicos, cada vez más nuestras almas e instituciones se van vaciando de contenido católico. Por un tremendo fenómeno de alma, vemos aquello que en nosotros simboliza la Fe, quedar cada día más débil, y todo lo que representa la Revolución hacerse más fuerte.

Hay, pues, una lucha trabada en las almas, donde las fuerzas de las pasiones desordenadas son dinámicas, mientras las que representan la tradición, la virtud, la Fe, están en declive, somnolientas, debilitadas.

Los enemigos de la Santa Iglesia promovieron esa decadencia de Occidente mediante reglas basadas en el principio de que, para llevar al hombre al error, es necesario fomentar las malas inclinaciones, sembrando la impiedad en un terreno preparado para las pasiones desordenadas, por el apetito del placer, por el deseo de emancipación, de libertad y de igualdad que caracterizan la mentalidad neopagana.

En efecto, por un sistema de insuflación, se comenzó a difundir moderadamente el gusto del placer en determinados lugares. Enseguida, se levantó la apetencia por la impiedad y se propagó ese estado de espíritu a otros puntos, arrastrando un incendio por todas las gamas de la sociedad.

Ahora bien, nosotros debemos realizar lo contrario: promover la Contra-Revolución que comienza por ser, ante todo, la Contra-Revolución de la Cruz. Y tal vez estemos en la mejor época que hubo en la Historia para hacer esa Contra-Revolución.

En los Evangelios, el Divino Maestro nos cuenta la parábola del hijo pródigo que se va de la casa paterna, llevado por un espíritu que podríamos llamar de revolucionario, para gozar la vida. Habiendo malgastado todo su patrimonio, el joven se ve en la contingencia de comer las bellotas de los puercos, pero ni siquiera eso le permiten. Solo ahí entonces, se recuerda del padre que había abandonado. La hora del sufrimiento fue la hora de la enmienda y de la penitencia.

El mundo contemporáneo está exactamente en esa situación. Se nota una atmósfera pesada, los semblantes sombríos, las personas sienten un enorme vacío en el alma. Eso produce las neurosis, las psicosis, los desesperos tan característicos de las grandes ciudades.

Todos nos sentimos en uno de esos momentos de la Historia en que una catástrofe amenaza a la humanidad. En el fondo, el mundo teme y siente una interrogación indefinible, resultado de la promesa hecha por el demonio a los hombres: él prometió placer y les acabó dando las bellotas de los puercos.

Nunca las posibilidades de una acción contrarrevolucionaria fueron tan grandes como en el momento actual. No porque la crisis no haya llegado a su clímax, sino precisamente por haberlo alcanzado. El auge de la crisis trae consigo el inicio del desespero y de la reacción.

Por una especie de amargura y desilusión profunda, se observa en las almas de determinados segmentos de la Opinión pública un anhelo de pasar del extremo de la Revolución al de la Contra-Revolución, una apetencia de sufrimiento. Son personas que están en busca de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, que quieren oír hablar de deber y de ideal, pero conscientes de que esos términos no tienen sentido a no ser cuando se conjugan con las palabras del Divino Redentor, el Sumo Bien. En él se encierran todos los verdaderos ideales y los que se desvían de Él no pasan de ser mentira y pecado.

La mística de ese movimiento es seguir a Nuestro Señor con espíritu de sacrificio, de renuncia y de cumplimiento del deber. De hombres imbuidos de ese espíritu saldrá la aurora de una nueva Edad Media. Pero, mientras en la humanidad reine el espíritu del placer y del gozo de la vida, solo podrá salir abominación y paganismo.

Es necesario seguir las huellas del Divino Salvador poniendo los pies donde Él los puso, viviendo en una unión íntima con Él; solo entonces ese camino es viable.

Sobre todo si, a lo largo de esa vía, para auxiliar nuestra flaqueza y consolar nuestros corazones, tuviéremos lo más dulce que existe en el Cielo y en la Tierra: ¡la sonrisa inefable de María Santísima!


(Editorial de la Revista Dr. Plinio, No. 276, marzo de 2021, p. 4, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de una conferencia del 30/1/1961).

Last Updated on Thursday, 11 March 2021 20:18